lunes, 2 de febrero de 2009

Manuel Vázquez Montalbán Historia y comunicación social. Televisión

Y sobre la televisión el mismo libro de Vázquez Montalbán incluye lo siguiente:

"Campeanu delimita esos terrenos que caracterizan la función social de la televisión como instrumento de comunicación supercontrolodo y supercontrolador:

IMPERIALISMO: Mediante la técnica se puede situar todo el planeta bajo mensajes al servicio de los que pueden pagarse el lujo de los satélites. De ahí la ayuda proporcionada a los países subdesarrollados que reciben los medios de difusión, pero no los de fabricación, lo que les somete a una verdadera invasión de mensajes producidos por los países proveedores.
CENTRALIZACIÓN: Casi todos los países disponen de menos estaciones de televisión que de diarios o emisoras de radio. La centralización de la comunicación se corresponde inquietantemente con la centralización de poderes.
PULVERIZACIÓN: El portador de la objetividad histórica -dijo Engels - es la masa. Pues bien, esa masa corre el riesgo de pérdida de operatividad histórica fragmentada en individuales refugiadas cada una en su madriguera recibiendo cotidianamente la imagen del mundo que le ofrece la televisión.
ALIENACIÓN: La televisión refuerza el carácter de espectador pasivo, de no-protagonista, que caracteriza la disposición social del hombre contemporáneo.
MANIPULACIÓN: Para Campeanu, la televisión no tiende a esencializar la información, sino a fenomenalizarla, sustituye el lenguaje trascendente por el transitorio: "Sin código, sin sistemas, con grandes dificultades de esencialización, el lenguaje de la televisión sugiere menos una comunicación que la asimilación de una experiencia vivida." Estamos pues en presencia de una resurrección del sincretismo: la limitación a percibir signos prescindiendo de las significaciones.

Este análisis de la televisión como medio que "... amplía el mundo perceptible y encoge el mundo pensante" ¿no podría aplicarse a todos los restantes mass media, tal como se dan en el campo capitalista? El problema ya no se plantea entre medios buenos y medios malos, sino en la función coligada de los medios para mixtificar los mecanismos del conocimiento de la realidad. Se busca la suma pasividad del receptor hasta el punto de que esa pasividad sea una de sus connotaciones definitorias y cualquier elemento que la altere se convierta en una molestia, en un "ruido" que entorpece un determinado estatuto de comunicación corruptora, cuya mayor eficacia consiste en que el receptor deja paulatinamente de ser consciente de que es víctima de la corrupción. El famoso proceso de feed-back del que hablan los especialistas en teoría de la información, sólo parece posible en los laboratorios donde se elabora esa teoría; en el terreno histórico donde la práctica ratifica y modifica la teoría, el feed-back es "otra cosa". La sensibilidad del receptor sólo se emplea para tratar de detectar la eficacia de la persuasión: a mayor demostración de la eficacia del mensaje persuasivo. La división entre víctima y verdugo o entre amo y esclavo, implicaría una fase bárbara de la humanidad en la que los verdugos y los amos no consiguieron que las víctimas y los esclavos carecieran de la capacidad de concienciarse como tales víctimas o tales esclavos. Las víctimas parecen condenadas a una realidad inalterable y, lo que es más angustioso, sin origen.

No sólo pues se persuade, concreta, limitadamente, sino que se trata de crear una tendencia a que la víctima acepte la persuación como algo natural, merecido, consustancial con la existencia de la vida social. De esta manera no sólo se insensibiliza bajo la perpetua violación fascista, sino también bajo la castración integradora del capitalismo permisivo. La opulencia informativa es como un bosque que no deja ver el árbol. La cantidad y calidad del comunicado es más determinante que la cualidad de lo que comunica y su identificación con las necesidades objetivas del receptor. De esta manera se ha extirpado la posibilidad de una conciencia objetiva del bien y del mal referidos a la orientación histórica del receptor. Este resultado, que el señor feudal con derecho de pernada obtenía por complicadas fórmulas que mezclaban leyes divinas y esbirros armados, la sociedad capitalista puede obtenerlo bajo casi todas las apariencias democráticas, mejor o peor tergiversadas."

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