martes, 18 de febrero de 2014

ROMAMOR

Los mismos autores de Gracias, Grecia, editan ahora un divertido vídeo en defensa de las humanidades y, principalmente, de la lengua y la cultura romana. Vale la pena verlo

miércoles, 5 de febrero de 2014

Dos propuestas literarias

Un par de recomendaciones literarias para mis compañer@s de lectura, dos ensayos tan oportunos como contrapuestos. El primero es Repensar la anarquía, de Carlos Taibo. El otro es Epicuro, del conocido helenista Carlos García Gual. A pesar de las apariencias la segunda propuesta es bastante más subversiva para los tiempos que corren. He elegido un fragmento:

Función utilitaria del filosofar y de los saberes científicos

Para Epicuro la filosofía es, mucho más que un teorizar y un saber objetivo, una actitud personal, una actividad que proporciona felicidad a la vida; que, a la manera de las medicinas al cuerpo, aporta salud al alma. Filosofar es, no un lujo, sino una urgencia vital en un mundo caótico y alienante. Desde esta perspectiva enfoca el filósofo la función salvadora que tiene su profesión, y desde este punto de vista el filosofar es una praxis ineludible. La filosofía es una "especie de saber para la vida" (techne tis peri ton bion) "y por eso decía Epicuro que la filosofía es una actividad que con palabras y razonamientos proporciona una vida feliz."

Siendo una actividad (energeia), es a la vez una actitud ante el mundo, que proporciona a la persona una disposición anímica fundamental para el vivir cotidiano, y hace del filósofo ese hombre dichoso que, en el terreno de lo práctico, es un auténtico sabio (sophós). Porque, como señala Diógenes de Enoanda, "lo fundamental de la felicidad es la disposición [anímica] (diathesis) de la que somos dueños". "De modo que el que ha llegado una vez a hacerse sabio ya nunca adquirirá la disposición contraria. Ni la fingirá a gusto." (Diógenes Laercio).

La comparación de la filosofía con la medicina refleja muy bien esa su condición utilitaria, de una ciencia al servicio de la vida, del individuo: "vana es la palabra de aquel filósofo que no remedia ninguna dolencia de la persona. Pues así como ningún beneficio hay de la medicina que no expulsa las enfermedades del cuerpo, tampoco lo hay de la filosofía si no expulsa la dolencia del alma." Por lo tanto no es su vana apariencia, si no la dedicación real a filosofar lo que nos beneficia. "No hay que simular filosofar, sino filosofar realmente. Porque no necesitamos aparentar estar sanos, sino estar sanos de verdad."

Esta concepción del filosofar como una búsqueda del remedio para la salud del alma tiene, en el pensamiento griego, claros precedentes. También para Sócrates era la filosofía una therapeia tes psyches "un cuidado del alma", de modo que esa terapéutica espiritual resultaba ser función del auténtico filósofo en medio de una sociedad enferma de falsos ideales y de creencias irrazonadas. Ahora Epicuro vuelve a insistir en ello con firme énfasis: frente a una sociedad perturbada por la angustia, el temor y la servidumbre, el verdadero filósofo aparece como el psiquiatra que posee un potente fármaco en su razonar y actuar que le libera de la enfermedad colectiva y le conduce a la cordura, a la felicidad junto con la sabiduría.