sábado, 25 de octubre de 2008

Pantalones caídos
Empar Fernández
Escriptora
http://www.readmetro.com/show/es/Barcelona/20081016/1/18/#

Muchos de ustedes, lectoras y lectores, se habrán preguntado más de una vez por qué entre la juventud se ha extendido, cual plaga bíblica, una moda ciertamente chocante: los pantalones caídos. Quizás alguno de los chicos o chicas que en estos momentos ojean estas páginas lo hagan con los pantalones muy por debajo de lo razonable mostrando su ropa interior, merezca o no la pena verla. Y cuando hablo de pantalones caídos, y a riesgo de que no me crean y me tomen por una fabuladora, me refiero a que los he visto caer un par de veces. Una de ellas fue en el pasillo de un centro comercial barcelonés, l’Illa Diagonal, y otra en el instituto en el que imparto clases. Entre las razones que una puede improvisar, estaría una motivación puramente estética, una motivación, como tantas otras, discutible y de difícil argumentación. Pero ya lo dijo aquél: sobre gustos no hay disputas. O aquél otro que añadió lo que no es del todo cierto, que sobre gustos no hay nada escrito.

Otro posible propósito sería el de obtener cierta comodidad que, a mi entender, resulta todavía más discutible. Tengo alumnos que afirman sin rubor localizar su cintura hacia la mitad de sus glúteos y que insisten en que, caminar con los pantalones a punto de resbalar “cintura abajo” y caer, resulta de lo más práctico. El caso es que acabo de descubrir el origen de esta extravagante práctica y considero que, tanto sus adeptos como el resto de la especie cuya cintura todavía no ha mutado, merecen conocerlo.

Dicen los que han estudiado el tema que en los corredores de la muerte y, en general, en las prisiones y en muchos correccionales de los Estados Unidos se prohíbe el uso de cinturones y de cordones en las zapatillas deportivas por motivos que los lectores pueden imaginar. Muchos de los jóvenes negros que salen de las cárceles y de los reformatorios del estado hacen suya la forma de vestir propia de la prisión. Entre los chicos negros y entre algunos hispanos del Bronx, vestir con los pantalones caídos se convirtió en una forma de solidarizarse con los miles de negros y de hispanos (ampliamente mayoritarios en las prisiones norteamericanas) que cumplen condena o esperan la inyección letal. Y de aquí la costumbre se extendió rápidamente al hip hop para cruzar poco después el Atlántico y morar entre nosotros.