Jonathan Franzen, en su novela Libertad, dibuja unos personajes que buscan la libertad, la felicidad, su lugar en el mundo… y todos cometen errores que marcarán sus vidas; existen entre ellos relaciones tormentosas que acabarán saliendo a la luz y descomponiendo el “statu quo” de la familia.
Patty, la principal protagonista, lleva años casada con Walter, pero desde que era adolescente, siente una irresistible atracción por Richard, el mejor amigo de Walter. En un momento determinado, ambos están solos en la casa de campo de la pareja y, durante la noche, Patty, fingiéndose sonámbula, se mete en la cama de Richard y hacen el amor. Al día siguiente, mantienen la siguiente conversación:
“Richard se sentó en la mesita y fumó con gran determinación.
-No tenemos que hacer esto nunca más –dijo.
A ella se le escapó otra risita burlona; no pudo contenerse.
-O quizá sólo un par de veces y luego ya nunca más.
-Ya, ¿y eso adónde nos lleva?
-Cabe la posibilidad de que así nos quitemos las ganas, y ahí se acabe todo.
-No es así como van estas cosas, según mi experiencia.
-Bueno, supongo que tendré que rendirme a tu experiencia, ¿no? Puesto que yo no la tengo.
-He aquí la alternativa –dijo Richard-: cortamos ya o dejas a Walter. Y como esto último no es aceptable, cortamos ya.
-O, tercera posibilidad, no cortamos y yo sencillamente no se lo cuento.
-Yo no quiero vivir así. ¿Y tú?
-Es cierto que dos de las tres personas a las que él más quiere en el mundo somos tú y yo.
[…]
-Oye –le dijo a Richard-, ¿crees que es posible que seas homosexual?
-¿Y me lo preguntas ahora?
-No lo sé. Es sólo que a veces los tíos que necesitan tirarse a un millón de mujeres intentan demostrar algo. Desmentir algo. Y a mí me da la impresión de que te importa más la felicidad de Walter que la mía.
-Una cosa puedes tener por segura: no siento el menor interés en besar a Walter.
-No, eso ya lo sé. Lo sé. Pero me refiero a otra cosa. Es decir, seguro que pronto te cansarías de mí. Me verías desnuda a los cuarenta y cinco años, y pensarías: Mmm, ¿aún deseo esto? ¡Creo que no! En tanto que, como no te apetece besar a Walter, nunca tienes por qué cansarte de él. Puedes mantener siempre una relación estrecha con él.
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