miércoles, 23 de julio de 2014

Casi 300

Sábado 19 de julio de 2014. Crónica informal del primer día de bloqueo de la base de la OTAN en Suda (Creta), como culminación de la campaña de diez días de movilización contra el vertido de residuos químicos en el Mediterráneo.


Unas trescientas personas se concentran en la plaza del mercado popular de Chaniá (Creta) acudiendo al llamamiento pancretense para ir a bloquear la base militar de Suda, un lugar inhóspito y sin apenas sombra a poca distancia de aquí. De los 300 dispuestos a reeditar la gesta gloriosa de las Termópilas no más de la mitad llegamos a vernos juntos en algún momento en el lugar elegido para montar el campamento. A pesar de los autobuses puestos por la organización a disposición de los participantes, la mayoría se desplaza en medio de transporte privado, que es utilizado de paso para eventuales visitas a la playa o al domicilio particular. Es la curiosa forma que eligen los sitiadiores de sortear su propio bloqueo.




Por una cuestión de seguridad y de sentido común, se opta por no llegar hasta la puerta de la base y, en su lugar, se establece, a una distancia prudencial, un puesto de control que no permita el paso a vehículos ni personal militar. El control se lleva a cabo en condiciones penosas dado que la carretera que da acceso a la base militar casi no dispone de harcenes, ni sombra y es muy transitada. Por ella pasan cada día y a todas horas un sinfín de bañistas, vecinos e incluso invitados de una boda cercana. De todo casi menos personal militar. La improvisación e inexperiencia de los contraladores obtiene escasos resultados y lleva a situaciones cómicas o, en algún momento, incluso peligrosas para la integridad física de los propios controladores. Si no se producen bajas es por pura chiripa, y no se trata de ninguna exageración.


A pleno sol del mediodía se acerca chino chano al puesto de control un vehículo con matrícula rara y ocupado por una conductora con pinta de ser yanqui y, por tanto, sospechosa de venir de la base militar. De repente, se encienden las alarmas y, acto seguido, el coche es detenido a la brava, en un lance torero de olé. Como la pobre ancianita no sabe de qué va la cosa, se asusta ante el cerco de tantos desconocidos y quiere escapar a toda costa  tirando por el camino del medio. Entonces, una manada de desquiciados se le sube de pie encima del capó y se arma un follón del carajo. Pero en el momento que la tensión alcanza su punto álgido, inexplicablemente se aplacan los ánimos, como por intervención divina de Atenea, y se aclaran por fin la procedencia del vehículo y la intención de los controladores. Todo queda en susto, el que se lleva en el cuerpo la pobre ancianita, que sigue su camino con cara de pocos amigos.


Un sol de justicia que ni te cuento lleva ya rato haciendo estragos entre los casi 300. ¡Como para mantener la cabeza fría! Y justo después del susto se produce otro altercado poco digno de mención épica. Dos facciones protagonizan una escena al más puro estilo Monty Python en La vida de Brian. La manzana de la discordia es en esta ocasión una pancarta por la que discuten, a voz en grito, unos, que quieren arrancarla del sitio donde está enganchada, por considerarla inapropiada, y otros, en cambio, salvarla después de haberla parido. A punto está de hacerse jirones por los estirones de unos y otros. Y a punto están también de llegar a las manos ambas facciones. La bronca, que es monumental, se salda con victoria para los censores. Así que los censurados descuelgan su pancarta, la pliegan y desertan juntos, pancarta y portadores.


La asamblea de la tarde es un caos dialéctico, según opinión de uno de los participantes más activos. Nadie toma nota y la idea de trasladar el punto de control a la misma puerta de la base no convence ni a los más audaces. Normal, teniendo en cuenta lo ocurrido durante el día. Justo antes de acabarse la asamblea, sin haberse llegado a un acuerdo sobre la propuesta y cuando ya se echa la noche encima, uno de los controladores está a punto de ser atropellado por un conductor temerario, procedente quizá de la boda que se celebra junto a la base. Ya es casualidad. Con todo lo cual, ya de noche, yo me doy por satisfecho y también deserto.




Como valoración positiva en la asamblea se señala la distribución de cientos de panfletos entre la ingente cantidad de automovilistas que han pasado por el puesto de control. Como descargo hay que añadir que esta ardua tarea, en las condiciones descritas, no la hubiera llevado a cabo mucho mejor ni el ejército israelí. Por lo demás y a mi juicio, el avituallamiento de agua, comida, sandía y refrigerio resulta admirable. No falta en ningún momento. Los griegos están a la altura de su bien ganada reputación de ser campeones de la hospitalidad y la solidaridad.


De todo lo vivido y contado consolido mi opinión de que los griegos están muy locos, pero me encantan cosa fina por lo mucho y bien que hablan. Da gusto escucharlos. ¡Así que cualquiera interrumpe sus discursos para decir que con solo palabras muy lejos no se va!